Babi es una estudiante modelo y la hija perfecta. Step, en cambio, es violento y descarado. Provienen de dos mundos completamente distintos. A pesar de todo, entre los dos nacerá un amor más allá de todas las convenciones. Un amor controvertido por el que deberán luchar más de lo que esperaban. Babi y Step se erigen como un Romeo y Julieta contemporáneos en Roma, un escenario que parece creado para el amor.
La novela revolución en Italia y en el resto de Europa, la novela que hizo aparecer infinidad de graffiti en las calles de Roma emulando al protagonista, la novela que se dio a conocer por el boca a boca de sus lectores… no podía pasar de largo de mis ávidos ojos ansiosos de algo nuevo que leer.
Me llamó la curiosidad su portada, esa Vespa amarilla prometía algo entrañable. Luego miré la contraportada y me sorprendió la foto del autor, Federico Moccia (uno no se espera esa foto del autor de una novela romántica de adolescentes, no sé porqué). Y, por último, me intrigó la historia de la publicación, como fue creciendo de un librito sin más a un fenómeno de masas gracias al boca a boca de la gente, sin intervención de una campaña de marketing brutal (al menos, no al principio).
Así que empecé a leerlo y me llevé una grata sorpresa. Tal vez por la descripción del libro me esperaba un romance más cursi pero lo cierto es que Step no tiene nada de cursi. La historia empieza despacio, presentándote a los personajes y poniéndote en situación. Al poco empieza a coger ritmo y de pronto, un libro que te parecía al principio que no tendría mucha sustancia, te mantiene atrapado entre sus páginas avanzando deseoso de saber más.
Tiene momentos muy divertidos, momentos crudos y, cómo no, momentos románticos. Lo cierto es que sorprende bastante el choque de caracteres de ambos protagonistas y como llegan a congeniar, pero es bastante creíble. Una historia de un amor loco, a priori imposible pero muy intenso.
En resumen, es la historia mil veces contada, pero muy bien contada. Las palabras están usadas con maestría para conseguir que te metas en la escena, pero no sólo eso, para que sientas lo que se está contando. Ritmo ágil y belleza verbal. Totalmente recomendable.
Y éste es Federico Moccia, por si no le habéis visto aún:
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